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El juego de pistas de la Vida
12 Abril 2013
Si comparamos la vida con los problemas matemáticos, la vida es un problema de final abierto. No hay un final predeterminado. Ni a nivel individual ni a nivel colectivo. La vida es creativa. La vida es sorprendente. Todo es posible en la vida. No hay limitaciones.
Pero ocurre algo…. Todas estas maravillas solamente podemos disfrutarlas cuando nos sumergimos totalmente en la vida. Aceptándola tal cual es. Descubriendo y entregando nuestros dones. Dialogando con ella sin imponerle nuestros criterios.
“¿Sumergirnos? Pero… ¡qué dices! ¿Dónde? ¿Cómo? Y¿ por qué? Sobretodo, ¡¿por qué?!”, -decimos, o más bien, dice nuestro hemisferio izquierdo trono incuestionable de nuestro omnipresente y omnipotente Ego.
Y continua diciendo: “Y si lo pruebo, quiero que me asegures que podré volver al lugar de donde he partido, y que no habrá cambiado nada. Oye, que yo no tengo miedo de sumergirme ¿eh? ¿Quieres que vayamos al cine? Sí, a ver una de esas películas en 3D. ¡Qué alucine! ¡Verás y comprobarás cómo me sumerjo!. Y luego ya está ¿eh? que ya lo has visto, lo grabas para que no se te olvide si quieres. A ver, repito, o sea, que luego salimos, nos despedimos con dos besos, que para eso somos amigos, y cada uno a su casa, a pensar en lo nuestro…
De acuerdo, de acuerdo… pero… ¿sabes quien eres tu y qué es eso que llamas “lo tuyo”?
“Lo tuyo” eres tu, tu esencia, el para qué estás aquí y cómo quieres usar tu vida conscientemente, para que le encuentres sentido, seas feliz y goces de prosperidad en todos los planos de tu vida.
Todos llevamos dentro de nosotros un sueño que, a medida que pasan el tiempo y la vida sin vivirlo, suele convertirse para la mayoría de nosotros en nuestro pesar secreto.
Como Isak Dinesen, escritora de la maravillosa novela “Memorias de Africa”, todos tenemos nuestras Africas: esos sueños y visiones que llaman a nuestro ser más profundo.
Cuando no vivimos la originalidad de nuestros sueños e ilusiones vitales, entramos en el aburrimiento y la apatía. Y de aquí vamos avanzando hacia la frustración y la ansiedad. Y perdemos la ilusión, la alegría, la motivación y la capacidad de dar respuestas creativas a todo aquello que la vida nos va poniendo por delante.
Con 20 años, Henry Matisse era considerado un chico enfermizo. Trabajaba y se aburría en un bufete de abogados y todo el mundo le consideraba una persona triste. Hasta que un día su madre decidió regalarle una caja de pinturas para consolarle. Su oscuridad se difuminó y apareció una explosión de color en su vida. Se convirtió en uno de los pioneros del fauvismo y mantuvo su vitalidad hasta que murió a los 85 años después de convertirse en uno de los pintores más famosos del siglo XX.
Como Matisse, muchos hemos conocido la apatía y el sinsentido hasta que no hemos dado con nuestro sueño, con nuestra pasión, con aquello que nos hace brillar los ojos y da sentido a nuestra vida.
El sentido de nuestra vida está simplemente esperando a que lo descubramos. Y cuando nos aceptamos y aceptamos participar y sumergirnos en ella sin miedo, de repente, de la niebla de la incertidumbre que sentíamos a nuestro alrededor, emerge una miríada de pistas significativas. Pistas necesarias que se esparcen entremedio de encuentros, lecturas, conversaciones, y mil y una de eso que llamamos sucesos fortuitos o casualidades.
La vida, en este sentido, es como un juego de pistas lleno de descubrimientos, conexiones y significado.
Un juego al que podremos jugar cuando estemos sincronizados. Cuando nuestro hemisferio izquierdo egoico se avenga a bajar del trono de su superioridad y acepte escuchar a su compañero, el hemisferio derecho, que durante demasiado tiempo ha sido considerado el hemisferio inferior mudo y ágrafo.
En un estudio realizado en la década de 1940 se pidió a personas con distintos tipos de lesiones cerebrales que copiaran la imagen de una casa. Los pacientes que tenían que confiar en su hemisferio izquierdo porque su hemisferio derecho había quedado incapacitado pintaban una casa que a todas luces carecía de sentido: las paredes delanteras flotaban en el espacio y los tejados estaban dibujados al revés. Sin embargo, y aunque distorsionaban de modo general la casa, dibujaron con cuidado sus detalles y pusieron un gran empeño en captar las arrugas de las cortinas en las ventanas.
En cambio los pacientes que estaban obligados a confiar en su hemisferio derecho tendían a centrarse en la forma general de la estructura. Sus imágenes carecían de detalles, pero reproducían de manera correcta los elementos arquitectónicos esenciales. Estos pacientes se centraban en el todo.
El hemisferio derecho tiene la capacidad de encontrar las conexiones sutiles entre cosas en apariencia inconexas y de ver no sólo las partes de algo sino cómo permanecen unidas. Y su influencia mutua. ¡Tiene la capacidad de ver e interpretar las pistas!
Nuestro sueño, nuestra pasión y nuestra capacidad de resiliencia se encuentran en nuestro hemisferio derecho, a través de las emociones inteligentemente gestionadas.
También en el hemisferio derecho se encuentra nuestra capacidad imaginativa. La que nos permite “ver” caminos no trillados y “crear de la nada”, amasando el vacío cuántico de posibilidades infinitas.
Y en él se encuentra también nuestra intuición.
Como decíamos al inicio, la vida es creativa y puede crear cualquier respuesta y cualquier final mientras se mantenga la coherencia del conjunto.
Cuando no hay respuestas absolutas, no hay caminos únicos. Y entonces, el mejor camino debe intuirse.
Ya lo sabes, recupera tu hemisferio derecho junto con tu sueño, tus emociones, tu imaginación, tu creatividad y tu intuición, y ponte en marcha para ser quien eres y emprender lo que quieres.

3 comentarios
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Juna Albert
Autor/a
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Josep
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eduardo
Eso es imposible. Y caro.